sábado, 13 de noviembre de 2010

Capítulo 19

¡ATENCIÓN!
Durante este capítulo no habrá un único cambio de narrador, sino, VARIOS. Estos mismos serán indicados mediante paréntesis, con el nombre de la persona que relatará. Por ejemplo, si comienza a narrar Camila, se podrá ver: (Cami).
¡Gracias por leer!
Al fin lo podría ver. La última imagen que había tenido de su rostro había sido desgarradora. Sus ojos cerrados, su piel aún más blanca que la nieve, con una expresión de inmenso dolor. Aquella imagen jamás se borraría de mi mente. Estaba profundamente dormido, recostado en su cama. Su expresión también combinaba culpa. De alguna manera, él me estaba pidiendo perdón através de su rostro. Pero...yo no tendría que perdonarlo, porque él se había dañado. Él se debía perdonar. Él debía aceptar los obstáculos que a diario uno tiene que saltar. De lo contrario, no podría disfrutar de su vida, porque todos tenemos altibajos. Un día nos sentimos poderosos, los mejores. El mundo nos ama, el mundo nos necesita y admira. Al otro día...no querés ver a nadie, querés llorar, gritar, escapar. Me animo a decir que uno en esos días hasta no quiere existir más. Pero por suerte siempre hay alguien que te sostiene, que aguanta por vos, que te tiene de la mano para impedir tu caída. Por suerte...por suerte estaba Bill.

-Señor...lo dejaré sólo. Pase.- El médico abrió la puerta de la habitación donde se encontraba mi hermano.
-Muchas gracias doctor...lo veré luego.

La puerta se cerró detrás de mí. Mis ojos habían permanecido cerrados hasta el momento. Decidí abrirlos. Debía...debía enfrentar la realidad.
Y ahí estaba. Recostado sobre la camilla. Se veía tan pacífico, tan...tan inocente, tan ingenuo. Parecía un ángel recién caído del cielo. Sus ojos tenían diminutos rastros de maquillaje. Seguramente todo se le había esfumado al llorar desesperadamente antes de cometer la locura. Pobre...era...era desgarrador para él, para mí...para todos. Me acerqué a su rostro. No resistí más. Un llanto profundo, cargado del más profundo de los dolores se escuchó en la sala. Mi pecho subía y bajaba. ¿Por qué? ¿Por qué Bill tenía que sufir así? ¿Por qué lo habían abandonado como a un muñeco viejo?
Jamás había llorado tanto. Ni siquiera un contador de lágrimas podría determinar la manera en que yo estaba sufriendo. Mi corazón estaba destruído. Y por más que el médico me diga que hay esperanzas, que está mejor, qué puede salvarse, que esto y que lo otro...la realidad era mucho más fuerte. Lo único que se escuchaba en la sala era el sonido de máquinas, de respiradores, de cables, de...en fin, era horrible. Los hospitales siempre me habían dado terror, pero hoy más que nunca se habían ganado mi odio. Sólo existe una posibilidad de amar a una clínica...ser papá. Si algún día tengo una critura, estoy seguro que amaré el lugar en donde la dichosa madre haya dado a luz. Pero...falta, falta mucho. Eso sí, todo depende de Bill. ¡Mi vida depende de él! ¡Si el se va...juro que lo acompaño! ¡Nacimos juntos, morimos juntos!
Había un pequeño espacio en la camilla. Yo cabía en él. No lo dudé ni un segundo. Delicadamente, procurando no provocar un caos, tomé su mano y me recosté junto a él. Estaba seguro de que él sabía muy bien que yo estaba junto a él acompañándolo en esta lucha. Nuestras manos estaban adheridas, pero la de él no hacía presión sobre la mía. Lógico, el médico me había dicho claramente: "El paciente se encuentra inconciente".

-Hey...quiero que me escuches muy bien de ahora en más. Sé que me estás oyendo...sé que podés sentir mi respiración, mi voz. ¿Podés sentir mi mano? ¿Estoy sosteniéndote, sí? Estoy acá para tenerte, para aguantar con vos todo, para...para apoyarte. Traspasaremos los miedos juntos, esquivaremos los dolores acompañándonos...pero sólo debes hacer el último esfuerzo. Mirá hasta donde llegaste...pudiste sobrevivir. El médico me dijo que fue un milagro, per yo creo que vos sos más fuerte que todo un ejército junto. ¿Sabés que extraño? Tu sonrisa. ¿Y sabés que más? Tus abrazos. ¿Podrías hacer desaparecer esa sensación? Haría cualquier cosa por volverte a ver sonriéndo, riéndo, disfrutando de la vida. Cruzaría mares, océanos, desiertos, montañas...sólo para que me dés un abrazo más. ¿Tenés idea de lo bien que me hace? Todos son tan superficiales, toda la gente es tan ilusa, tan falsa, tan mentirosa. Pero...cuando las luces se apagan, cuando la ciudad duerme, cuando hay silencio, tu abrazo me reconforta, y me hace seguir con esta vida. Sé que parezco loco hablando sólo...pero yo sé que vos me estás escuchando...como siempre, como todos los días. Escuchás mis quejas, mis opiniones, mis bromas, mis enojos, mis llantos, mis lamentos...todo. Por eso te pido, agarrate fuerte de mi mano, porque acá estoy. ¡Estoy acá Bill, estoy con vos, te acompaño en esta lucha, vamos juntos, dejemos todo atrás y volvamos a vivir! ¿Sentís el calor de mi mano? ¿Sentís mi respiración rozando tu hombro? ¿Escuchás mi voz? Te estoy llamando...estoy llamando a mi hermano gemelo, a mi mejor amigo, a mi mundo, al enano más insoportable, sensible y quejón de todos. Nadie dice que es fácil salir de esto, pero...cómo llegaste, también debés salir. Mirate...lleno de cables, con un respirador en tu rostro, pálido...¿a esto querías llegar? ¡No! ¡Querías llegar a más! Querías...simplemente no querías nada. ¿Pero te cuento una cosa? Evidentemente...el mundo por algo quiere que estés acá. Por alguna razón sobreviviste, ¿entendés? Sólo que ahora...debemos descubrirla...¡juntos! Bill...por favor...por favor te lo pido...un último esfuerzo. ¡Sentí mi mano! ¡Estoy con vos! ¡Estoy tomándote de tu mano, estoy agarrándote lo más fuerte que puedo! Yo...yo te voy a sostener, pase lo que pase.

Estaba sumergido en mis palabras, cuando una serie de ruidos invadió la sala. Provenían de las máquinas que controlaban el corazón y la respiración de mi hermano. No...¡no por favor, díganme que esto no está pasando!

-¡Doctor, doctor!- Mis gritos eran desgarradores.
Un fuerte portazo dió ingreso a varios médicos y enfermeras.

-¡Rápido, oxígeno! ¡Llévenlo urgente a emergencias! ¡Rápido!- ¿Pero por qué nadie me decía nada? ¡Médicos de mierda!
-¿Qué mierda está pasando? ¡Se llevan a mi hermano a una velocidad impresionante y ni siquieran me avisan porqué! ¡Hijos de puta!- Mis nervios estaban a flor de pie. ¿Acaso mis palabras habían sido en vano? Bill...¿se...iba?
-Señor, no puede estar aquí, córrase.- ¡Perfecto! Para calmar los nervios... ¿Me están cargando?
-¿Qué me corra? ¿Qué me corra? ¡No me pienso mover, es mi hermano, es mi gemelo, díganme, díganme que mierda es lo que sucede!
-¡Cálmese señor! ¡Esto es una sala de terapia intensiva y usted está gritando como un maleducado, insultando como un joven de 15 años! Asi que por favor, hágame el favor de guardar silencio, porque aquí hay gente internada, grave y con familiares dolidos.
-¡Y ese soy yo! ¡Yo tengo un hermano que está muriendo y nadie me dice nada! ¿Están locos o simplemente son unos hijos de puta? ¿No ven mi rostro, mi desesperación? ¿Acaso no nota que mi piel no tiene color, que mis ojos no tienen reflejo? ¡Se me va mi vida!
-Lo sé y comprendo pefectamente, pe...
-¿Pero qué? ¿Qué es lo que pa...
-¿Quiere saber lo que pasa? ¿Quiere saberlo? ¡Su hermano está por morirse, señor!
-Q...qué...¿Qué?- Me moría, juro...juro que me moría.
-Usted es tan maleducado que sólo le importó ponerse a gritar como un condenado, insultando y degradando al personal, mientras que el paciente acaba de sufrir un paro cardíaco.

Mi corazón se detendría en cualquier momento. Ya está...no puedo más. Para colmo éste idiota me hablaba como en un almacén, diciendome que <el paciente ha sufrido un paro cardíaco> pero yo soy <un maleducado que grita, insulta y degrada al personal> ¡Estoy a punto de explotar como una bomba nuclear!

(Cami)

La noche crecía. Ya había pasado un día desde aquel momento en el que tuve que despedirme completamente de él. Mi llanto era tan grande que ni siquiera lograba enfocar correctamente mi vista. No sabía ni siquiera cual era su estado...si había mejorado, empeorado. Esto era una pesadilla, pero era hora de cambiarle el rumbo a las cosas. Era hora de...marcharse.
Tomé un papel y el bolígrafo más cercano y comenzé a explayarme.
Mamá:
Seguramente quieras aniquilarme, matarme, gritarme, golpearme...pero sí, lo siento. No puedo estar lejos de mi mundo, de mi vida. Espero que algún día entiendas lo que es el amor, y lo que es estar enamorada. Yo lo estoy, asi que debo luchar por lo que estoy apunto de perder. Bill está muriendo. Él tomó pastillas...y está en un hospital, luchando por su vida. Quiero ser su compañera de lucha.
No me busques. Prometo escribirte, llamarte...pero por favor, ¡dejame intentar ser feliz, dejame salvarlo!

Tu hija, Camila.

Salí de mi cuarto. Mi madre dormía. Coloqué la carta sobre la mesa del comedor. Tomé mis llaves, mi teléfono, y ésta vez sí...mis documentos, y salí en busca de mi amor. Quince horas de vuelo me separaban de él.
Había hecho todo en completo silencio. Chascomús dormía. Yo no, yo lloraba, yo gritaba interiormente. La ansiedad me estaba matando, y el dolor me aniquilaba lentamente.
Algún taxi pasaría.

Pasaron unos veinte minutos que parecieron tres horas. Un taxista me abrió la puerta del vehículo.

-¿Despierta a esta hora?- Oh...un curioso...
-Sí...al aeropuerto por favor.- ¿Ganas de hablar? Nulas.
-¿Al...al aeropuerto?- Era lógico que fuese extraño. Ya de por sí estar a estas horas de la noche en las calles de Chascomús es raro.
-¡Sí, al aeropuerto de Ezeiza, y lo más rápido que pueda, por favor!

Nuevamente...nuevamente abandonando todo...¡No! ¿Qué estaba diciendo? No abandono a nada ni a nadie...sólo intento ser feliz con el amor de mi vida...que está luchando por volver a la realidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario