domingo, 31 de octubre de 2010

Capítulo 14

¡Recuerden que sigue narrando Bill hasta nuevo aviso!
¡Gracias por leer!
Las horas habían pasado. Pero yo no lo había notado. No notaba nada. Ni qué día era, qué hora era, quién era...nada. Me daba lo mismo viajar a Francia hoy. Estaría mejor un viaje a la nada. Desaparecer y jamás volver. Eso me reconfortaría. Evidentemente, la vida no es para mí. Estoy sufriendo constantemente. El dolor que siento hoy me desgarró por completo. Jamás voy a poder reponerme de este dolor. Aunque tenga a mi familia, a mi banda, a mis amigos, a mis fans...sin ella, no quedaba nada más en este mundo, porque mi mundo era ella.
Su vuelo ya estaba reservado. El mío también. El suyo para Argentina. El mío, para Francia. ¿Cómo daría el último recital de la gira en este estado? No tengo voluntad ni siquiera para respirar, y pretendo cantar durante dos horas como si nada. Debo sonreír. Debo esquivar miles de comentarios acerca de mi delgadez, de mi vestuario, de mi presunta homosexualidad. Sin ella, no podía esquivar nada. Ella era mi escudo. Me protegía con tan sólo mirarme.
¿Y ahora? Ahora me encontraba totalmente desprotegido. No era capaz de esforzarme por lograr mis metas. No era capaz de reaccionar, de ser conciente de que tenía una vida por delente. No me importaba tener veinte años. No quería cumplir 21 sin ella. No...no podía. Me encontraba tan débil, tan inofensivo. No me importaba que me hagan más daño, por que ya estaba destruído por completo.

La camioneta que llevaría al aeropuerto a mi princesa estacionó en la puerta de casa. Había llegado el momento. Ella se iría primero, porque su madre había ordenado que tomase el vuelo cuato antes. Para el mío faltaban unas horas. Había llegado el momento.
Ella no había traído nada. Solamente sus ganas de amarme, de enamorarme. Y lo logró en tan solo un abrir y cerrar de ojos. ¡Qué ironía! Ahora se marcharía también, es una milésima de segundo.
Decidí acompañarla hasta la camioneta. No podía acompañarla hasta el aeropuerto, David me había prohibido circular sin un guardaespaldas. Aunque, pensándolo bien...no me vendría nada mal un anti-Bill Kaulitz. Qué disfrute, qué me odie, qué me mate...
Hacía frío. Mucho frío. Era pleno invierno en Europa.
Abrí la puerta del vehículo. Me quedé estático mirándola a los ojos. No resistí más. Centenares de lágrimas rodearon mis ojos. Poco a poco caían sobre mis mejillas. Ella me abrazó fuertemente. Olí por última vez su cabello. Besé por última vez su frente. Le repetí incontables veces que la amaba, que por siempre sería mi princesa, mi muñeca, mi ángel, mi mundo. Ella siempre sería la persona que me había devuelto las ganas de vivir. Sólo que hoy...me las habían quitado.
Besé profundamente por última vez sus labios. Jamás olvidaría el primer beso. Tímido, cohibido, adictivo. Jamás la olvidaría a ella.
-Te amo con todo mi corazón princesa...- Mi español no era nada bueno...pero teniéndola a ella enfrente, ni siquiera recordaba que idioma debía hablar. Me bloqueaba.
Ella me abrazó nuevamente. El último abrazo. Sus lágrimas mojaban mi cuello.
Subió a la camioneta.
Se alejaba...se alejaba cada vez más...hasta que el vehículo desapareció.
Se había ido. Un escalofrío recorrió mi espalda. La había perdido. Me la habían quitado....¡me habían robado a mi princesa!

Al entrar nuevamente a mi casa, mi hermano se quedó en silencio. Él sabía que lo mejor en estos momentos, era quedarnos mudos. Las palabras dolían. Se acercó y me abrazó. Nada como un abrazo tan sincero y puro.
-Voy a estar arriba...- Dije.
-Está bien...acordate que en dos horas viene el auto para llevarnos al aeropuerto. El último esfuerzo Bill, el último recital. Vos podés.- No...no puedo. No puedo más.
-Voy a hacer lo posible para que sea un buen espectáculo...- Mentiras, mentiras y más mentiras. A él nunca le mentía...pero no quería hacerlo sufrir.
-Si necesitás algo, no dudes en llamarme. Siempre voy a estar para vos, ¿sí?- Lo sabía...
-No es necesario que lo digas, siempre estás conmigo.- Tan cierto...
-Pero hoy más que nada...
-Quedate tranquilo, en un rato bajo...vos relajate.- Que al menos él esté calmado...
-Bueno bueno...te espero acá.

Cuando Tom finalizó su frase, comenzé a subir las escaleras. Al llegar al pasillo en donde estaba mi cuarto, abrí la puerta. Ingresé a mi habitación. Extrañaba mis cosas.
Pero esta sería la última vez que entraría a mi cuarto. Me rindo. No puedo más.
Abrí el cajón de mi mesa de luz. Allí, al fondo...bien al fondo, habían unas bolsas. Me las había dado un productor hace bastante tiempo. Eran pastillas. No sabía ni para qué servían, ni si estaban vencidas...ni eso me importaba. El productor que en ese momento manejaba la banda me las había recomendado para dormir, para relajarme. Muchas gracias, debo decirle...me ayudaría a dormir para siempre. Espero soñar con mi princesa.
Perdoname Tom, pero hoy no me tendrás que esperar abajo, porque no bajaré. Eso...perdón. Debía escribirle algo a él. Era el último trozo de vida que me quedaba. Mi hermano.
Tomé un papel, un bolígrafo, y me dejé llevar.
Tommy:
Perdoname. Sólo con eso te resumo todo. Siempre estuviste conmigo, siempre me apoyaste en todo, siempre tuviste fe en mí. Juntos logramos todo esto. Mira lo que logramos...ir por todo el mundo haciendo lo que más nos gusta: decir lo que pensamos mediante la música. Gracias por ser la única persona que siempre creyó en mí, que nunca me falló. Perdoname, pero espero que entiendas...que Billy no resistió más. No me despiertes, por favor...dejame, que voy a estar mejor en otro lado.
¡Disfrutá tu vida y jamás te olvides que te amo mucho, hermano!
Bill.
Fue doloroso haber terminado de escribir la pequeña carta. Pero más doloroso era todo esto. No lo dudé ni un segundo. Tenía la bolsa llena de fracos de pastillas en mis manos. Una por una...parecían abrirse solas.
Y comenzé.
Una...dos...tres...cuatro...
Todo el frasco.
El agua que tenía en mi mesa de luz me ayudaba a digerirlas.
El frasco siguiente...
Un...una, d...dos...
Me estaba mareando...debía apresurarme.
Todo el frasco.
¡Vamos Bill! ¡El último frasco y terminamos con esto!
No podía más...otro frasco era demasiado. Mi mente estaba nublada. Comenzé a recordar momentos, rapidamente...
El primer beso...
El primer abrazo...
El viaje a Alemania durmiéndonos juntos...
El desayuno en la cama...
Ella...simplemente ella...

Decidí comenzar a consumir el último frasco que quedaba...¿Cuántas pastillas tenía en mi cuerpo en total? Era un bestialidad...pero me encantaba.
Estaba muriendo, lentamente...para terminar con esto de una buena vez. Esto pasa cuando le quitan a Bill Kaulitz la razón de vivir...¿Entendido? Esto pasa cuando me arracan a mi princesa...cuando me quitan lo más hermoso que puede existir...el amor.
Otra pastilla más...
Una más...
Otra...
La última...
¡Listo!
Arrojé el frasco al suelo. Caí en la cama...mi vista se nublaba...perdía el sentido...sólo...sólo recordaba una cosa...ella.

-¡Bill! ¿Ya estás listo?- Tom...no abras...no....
Dejame dormir. Dejame desaparecer...¡dejame!
-¡Bill! ¿Estás en el baño? ¿Estás llorando? Voy a entrar si no me abrís...- ¡No Tom, no entres!

Ni siquiera tenía fuerzas para contestarle. No entres...por favor.
-Siempre lo mismo Bill...no podés tardar tanto. ¡Salí! Va a llegar la camioneta...
No...no...la camioneta no llega...la muerte llega.
Está cerca.
Muy cerca.
No abras la puerta Tom...

No hay comentarios:

Publicar un comentario