domingo, 31 de octubre de 2010

Capítulo 15

¡ATENCIÓN!
En el capítulo de hoy narrará TOM. Él intentará salvarle la vida a su hermano, por lo que es de suma importancia meterse dentro del personaje, sentir el dolor y la desesperación de tener a un hermano muriendo en tus brazos. Es por eso que en el capítulo 15 narrará él.
¡Gracias por leer!
Siempre era así. Bill me decía que en un rato estaría listo, que le tomaría poco tiempo prepararse, cambiarse, arreglarse. La cuestión es que solía tardar una hora como mínimo. Lo más cómico era que debíamos ir al aeropuerto, donde simplemente llegamos, compramos algunos dulces y algunas gaseosas, y luego de hacer los debidos controles, ingresamos al avión. Pero no. Él quería estar hermoso, espléndido para todos. Jamás lo entendería, porque él ya era así por naturaleza. Se exigía al extremo, y eso me irritaba.
Está bien, comprendo que esté dolido, irritable, sensible y enojado con el mundo, pero al menos podría responderme...¿no? Hace diez minutos que estoy parado como un idiota frente a su puerta. Y no abre. Seguramente está en el baño maquillándose. O tal vez se haya dormido. O...simplemente está escuchando música en su Ipod demasiado fuerte y no me escucha...no lo se.
Si hay algo que me caracteriza, es la impaciencia y las ganas de saber absolutamente todo. No me importaba abrir la puerta y tener que aceptar las consecuencias. Había confianza. Por lo tanto, daría fin a esta espera, y abriría la puerta para saber la razón por la cual Bill no abandonaba su habitación. ¡La camioneta llegaría en cualquier momento!
Pero...un...un dolor punzante en mi pecho me frenó. No...no podía ni siquiera caminar, no podía moverme. Con mi manó apreté la zona del corazón. Realmente estaba asustado. Por un momento creía que era un infarto. Dolía, quemaba. Jamás había experimentado esta sensación. En realidad...¡en realidad sí! Fue...fue cuando golpearon a Bill en la secundaria...¡lo recuerdo! El mismo dolor, el mismo espasmo. Algo...algo sucedía con él, y debía averiguarlo ya. Algo, evidentemente, no estaba bien.
No me importó tener el pecho hecho trizas. Tomé fuertemente el picaporte y lo giré, para así abrir la puerta.

No...no puedo...no puedo respirar. Lo sabía, lo sabía. Algo malo sucedía...¡algo horrible!
Allí estaba, tan débil, tan resginado...¿Por qué hiciste esto Bill! ¿Por qué?
Corrí inmediatamente hasta su cama. Había caído rendido. Rendido a la muerte, esperándola. En su mano, descansaba un frasco vacío. En el suelo habían dos más. Seguramente eran las pastillas que ese hijo de puta nos había dado en los primeros tiempos de la banda. ¡Hijo de puta! ¡Me encantaría verte para matarte!
Mis lágrimas brotaban de mis ojos, caían sobre mis mejillas, sobre mis labios. Era una tortura todo esto. Lo estaba perdiendo. Él siempre había estado conmigo...y ahora me dejaba. ¡Todo por una mujer! ¡Todo por Camila! ¡Ella podría haber rechazado la orden de su madre, y quedarse aquí con el supuesto amor de su vida! Pero claro...le importa más "su mundo" que mi hermano. Y ahora...ahora lo había matado. ¡Todo por vos, todo por tu culpa!
Me costaba respirar, me costaba hacerme cargo de la situación, porque era inmanejable. Tomé a Bill sobre mis brazos, lo recosté en el piso. Coloqué mis dedos sobre su cuello, para comprobar que tenía pulso.
Cuando noté que sus pulsaciones eran tan leves...un escalofrío recorrió mi cuerpo y sólo...sólo grité. Grité de dolor, de furia, de miedo...sí. Miedo a perder a mi hermano gemelo, a mi mitad. Él estaba más cerca de la muerte que de la vida. Y...si él se iba...entonces yo me iría con él. ¡Pero no! ¡Él se salvaría!
No podía calmarme...no...no podía. Saqué el celular del bolsillo de Bill, ya que el mío estaba abajo, y marqué el número de emergencias médicas.

-Emergencias, buenas noches.- Una voz femenina al otro lado del teléfono atendió.
-¡Por favor! ¡Se muere, se muere!- No podía hablar...no con él muriéndose en mis brazos.
-¡Tranquilo señor! Diganos su domicilio y el estado del paciente, por favor.
Pero...no pude contestar. Tenía a Bill sobre mis brazos, prácticamente abrazándolo. Entonces, decidí comprobar nuevamente su pulso. Pero esta vez...no lo encontré. Se va...se va...¡se va!
-¡No tiene pulso! ¡Se muere! ¡Es mi hermano gemelo, por favor, ayúdenme! Mi casa...nuestra casa, es en Sprendlingen 3490...es...es algo así como una casa grande, rodeada por árboles...en...en Loitsche, sí, allí.
-La ambulancia estará en unos minutos allí. Por favor, intente recobrar el aire de su paciente. Colóquelo en el suelo, y luego ponga sus manos en el pecho del joven...presione, y vuelva a presionar una y otra vez. Hágalo fuerte, no tema. Intente llamarlo por su nombre o por algún apodo. ¡Grite el nombre de la persona! ¡Gríteselo en la cara!

No quería más indicaciones. Calgué el teléfono.
Coloqué a Bill en el suelo, y comenzé a seguir las indicaciones de la mujer. Presionaba su pecho una y otra vez...pero nada. Grité su nombre innumerables veces...pero seguía "dormido"...
-¡Por favor Bill! ¡Bill, escuchame! ¡Tenés que despertar, tenés una vida por delante! ¡No me hagas esto Bill, por favor, no me dejes sólo! ¿No te das cuenta que sin vos no puedo? No puedo seguir en la banda, no puedo seguir con mi vida...¡No puedo! ¡No abandones nuestro sueño, recién estamos empezando! ¡No me abandones, no me dejes...no ahora Bill, por favor!- Mi pecho subía fuertemente y volvía a bajar por mi llanto. Mis manos temblaban, mis piernas parecían que iban a doblarse aquí mismo. Tenía piel de gallina en todo el cuerpo. Jamás en mi vida había llorado tanto, ni tampoco gritado al volumen en que lo hacía. Es que...se iba...¿entienden? Él no era sólo mi hermano. ¡Él era mi hermano gemelo! ¡Teníamos una conexión especial, sabíamos lo que pensábamos todo el tiempo, todos los días, a toda hora! Nos complementábamos perfectamente. Eramos como el Ying y el Yang. Los opuestos se unen. Yo sabía exactamente lo que él sentía. Sabía que él estaba destruído por lo de Camila...y por eso, había tomado esta decisión. Conozco su personalidad, y se que lo hizo por resignación, por dolor...por fastidio con la vida. Se rindió, no pudo más. Colapsó.

La maldita ambulancia no llegaba más. A todo esto...también llegaría la camioneta que supuestamente nos trasladaría al aeropuerto. Pero hoy no habría avión, ni Francia, ni concierto. Hoy sólo habría dolor y temor. Temor a perderlo todo. Temor a perderlo a él.
Yo me recosté a su lado, en el suelo. Lo tomé de la mano. Él debía ser fuerte. Debía superar esto. Él podía.
Mi vista era borrosa por la cantidad de lágrimas que mis ojos descargaban. Era...era una imagen desgarradora. Él tirado en el suelo, inconciente, prácticamente muerto. Y yo...rogándo que llegue esa puta ambulancia...gritando y llorando como un desamparado.
Timbre. ¡Era la ambulancia!
Pero no quería despegarme de Bill. Entonces, abrí la ventana de la habitación, y al ver a la ambulancia con los médicos allí, les grité que pasen, que estaba abierto.
Habían ingresado a la casa.
-¡Suban! ¡Es la primer habitación del pasillo! ¡Está abierto! ¡Apúrense!- Los minutos estaban contados para Bill.

-Señ...¿Tom Kaulitz?- ¡Oh! ¡Lo único que faltaba! ¿Quieren una foto, también? ¡Idiotas!
-¡Sí! ¡Soy Tom Kaulitz, y mi hermano se está muriendo, asi que por favor muévase e intente salvarlo!- Mi tono era violento, furioso.
Mientras otros dos médicos intentaban reanimar a Bill, el doctor hablaba conmigo.
-¿Qué fue lo que sucedió?- ¿Debía...contar todo?
-Fue...fue un intento de suicidio. Tomó pastillas. Allí están, son tres frascos...- Cuando señalé los recipientes vacíos, el médico se dirigió hacia donde estaban y comenzó a analizarlos.
-Esto es...esto es mortal en sobredosis...¿Está recetado por algún doctor?- ¿¡Recetado!? Por favor...
-No...no está recetados y posiblemente estén vencidas...eran...eran unas pastillas que un productor le había dado hace tiempo...para que se relaje y pueda dormir bien...- Sí..."dormir bien"...pero está vez, tenía miedo de que duerma para siempre.
-Es una bestialidad que le hayan dado esto a un joven de tan corta edad...esto...lo aniquiló.- Las palabras duelen, las palabras matan.
-¿Pueden intentar salvarlo? Por favor...- Mi tono se había transformado en débil, dolido...sin esperanzas.
-Haremos lo posible...pero...sólo necesitamos una cosa para que sobreviva.- ¡Lo que sea por la vida de Bill! ¡Lo que sea!
-Dígame doctor...
-Un milagro.

Las palabras, definitivamente, matan.

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